Leer es siempre un traslado, un viaje, un irse para encontrarse. Leer, aun siendo un acto comúnmente sedentario, nos devuelve a nuestra condición de nómadas. (Leer contra la nada, Madrid, Siruela, 2017: pág. 26).Algunos monjes medievales, copistas incansables de libros, definían la lectura como una peregrinatio in stabilitate, es decir, como un viaje que se lleva a cabo sin movernos del sitio en el que estamos. La antropóloga francesa de la lectura Michèle Petit, que ha sabido captar como nadie la vivacidad de «un mundo que camina y narra», parece haber dado con la clave que prende la mecha de la lectura, que desencadena su hondo calado social y humano, en aquellos lugares en los que se diría –no sin ingenuidad– que hay otras necesidades más urgentes: «Todo empieza con una hospitalidad» (El arte de la lectura en tiempos de crisis, Barcelona, Océano, 2009, pág. 30).
Así pues, pónganse ropa cómoda y sépanse en su casa, que empezamos.